Autoconsumo compartido – proyectos solares comunitarios

En el contexto actual de crisis climática y aumento sostenido de los costos energéticos, el autoconsumo compartido se posiciona como una alternativa innovadora y sustentable para acceder a energía renovable de forma colectiva. Este modelo, basado en la generación distribuida y el uso comunitario de instalaciones solares, está comenzando a implementarse en distintos puntos del país, con experiencias que muestran que es posible transformar la manera en que consumimos energía, fortaleciendo al mismo tiempo los lazos entre vecinos.
El autoconsumo compartido consiste en que varias personas —ya sea que vivan en un mismo edificio, en un barrio cerrado o incluso en viviendas individuales cercanas— accedan a la energía producida por una única instalación solar. Esto significa que en vez de que cada hogar tenga su propio sistema fotovoltaico, se instala uno colectivo que se reparte entre los usuarios según criterios previamente definidos. Esta lógica no solo reduce costos, sino que también permite aprovechar mejor el espacio disponible y democratizar el acceso a fuentes de energía limpia.
En Argentina, este modelo empieza a abrirse camino, especialmente en cooperativas, barrios organizados y proyectos municipales que apuestan a una transición energética descentralizada y participativa. Si bien todavía hay desafíos por resolver, el interés crece y las condiciones técnicas y normativas comienzan a madurar para hacerlo viable a gran escala.
¿Qué es el autoconsumo compartido y cómo funciona?
El autoconsumo compartido se basa en una idea sencilla: generar energía renovable desde un punto central (generalmente a través de paneles solares) y distribuirla entre varios usuarios asociados. Para que este modelo funcione correctamente, es imprescindible contar con una conexión a la red eléctrica que permita tanto la inyección de excedentes como la medición precisa del consumo individual.
Este esquema puede adaptarse a diversos entornos. En edificios de departamentos, por ejemplo, los paneles se colocan en la terraza y la electricidad se reparte entre los vecinos. En barrios, es posible instalar una planta solar comunitaria en un terreno común y distribuir la energía entre las viviendas cercanas. Lo fundamental es contar con acuerdos claros entre los participantes, un sistema confiable de medición y un marco legal adecuado que respalde la práctica.
A nivel nacional, la Ley 27.424 de Generación Distribuida reconoce el derecho de los usuarios a producir su propia energía y volcar el excedente a la red. No obstante, el autoconsumo compartido aún no está contemplado de manera específica, lo que plantea un desafío regulatorio. Algunas provincias como Mendoza y Córdoba han dado pasos importantes al crear normativas complementarias. Mientras tanto, se discuten proyectos de ley para incorporar formalmente esta modalidad en todo el país.
¿Por qué apostar por el autoconsumo compartido en Argentina?
Argentina cuenta con una excelente radiación solar en gran parte de su territorio, especialmente en el norte y el oeste del país. Esta ventaja natural convierte a la energía solar en una opción altamente eficiente y conveniente. Sin embargo, muchos hogares no pueden acceder individualmente a un sistema fotovoltaico, ya sea por los altos costos iniciales, por vivir en edificios sin espacio disponible, o por no tener titularidad sobre el inmueble.
El autoconsumo compartido aparece como una solución que rompe con esas barreras. Al compartir la inversión, se abarata el acceso. Al centralizar la instalación, se simplifica el mantenimiento. Y al repartir los beneficios, se genera una dinámica solidaria que refuerza la organización barrial o vecinal.
Además, este modelo se adapta muy bien a la idiosincrasia argentina, donde las cooperativas, las asociaciones civiles y las experiencias comunitarias tienen una larga tradición. Ya sea en pueblos del interior, en barrios populares o en urbanizaciones cerradas, la posibilidad de organizarse colectivamente para generar y usar energía propia está alineada con una cultura de autogestión y participación activa.
Beneficios económicos y ambientales
Desde el punto de vista económico, el autoconsumo compartido permite reducir el monto de las facturas eléctricas, especialmente en contextos donde los subsidios a la energía están siendo revisados o eliminados. Al producir parte o la totalidad de la energía consumida, se disminuye la dependencia de la red y, por ende, de los aumentos tarifarios.
El hecho de dividir los costos de instalación entre varias personas hace que el proyecto sea más accesible para todos. Además, muchas veces se pueden conseguir financiamientos colectivos o subsidios municipales o provinciales que ayuden a cubrir parte de la inversión inicial.
En cuanto al impacto ambiental, el beneficio es claro: se reemplaza energía proveniente de fuentes fósiles por energía limpia, reduciendo las emisiones de gases de efecto invernadero. Esto contribuye a mitigar el cambio climático y a mejorar la calidad del aire, sobre todo en zonas urbanas densamente pobladas.
Edificios con energía solar compartida
Uno de los espacios donde más potencial tiene el autoconsumo compartido es en los edificios de departamentos. En ciudades como Buenos Aires, Rosario, Córdoba o Mendoza, donde la mayoría de la población vive en propiedad horizontal, la posibilidad de instalar paneles solares en la azotea y repartir la energía entre los vecinos representa una alternativa sumamente interesante.
Para que esto sea posible, se necesita primero la aprobación del consorcio, luego un acuerdo claro sobre el reparto de la energía y los costos, y finalmente la conexión al sistema eléctrico, con medidores individuales que permitan registrar el consumo de cada unidad.
Algunos edificios en Rosario y en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires ya están avanzando en esta línea, con asesoramiento de universidades y organismos especializados. Si bien todavía son casos piloto, los resultados muestran que es factible y que los beneficios se ven reflejados desde los primeros meses.
Barrios organizados y cooperativas solares
En áreas suburbanas y rurales, la mayor disponibilidad de espacio facilita experiencias de autoconsumo compartido. Muchas veces, estas se organizan a través de cooperativas o asociaciones barriales que impulsan la instalación de plantas solares comunitarias en espacios comunes como plazas, clubes o escuelas. La energía generada se distribuye luego entre las viviendas cercanas.
Ejemplos concretos ya se están viendo en la provincia de Mendoza, donde varias cooperativas eléctricas están explorando modelos de generación conjunta. También en Córdoba, algunos municipios han puesto en marcha proyectos de comunidades solares, brindando a los vecinos la posibilidad de asociarse para producir y consumir energía de forma colaborativa.
Más allá del ahorro económico, estas iniciativas fortalecen el sentido de pertenencia, promueven la organización colectiva y elevan la conciencia ambiental. A menudo incluyen espacios de formación y participación, contribuyendo así al desarrollo del capital social de cada comunidad involucrada.
Obstáculos normativos y técnicos
Aunque el modelo tiene muchas ventajas, todavía existen obstáculos importantes que dificultan su expansión en Argentina. El principal es la falta de una normativa específica a nivel nacional que regule el autoconsumo compartido. La Ley 27.424 está centrada en el autoconsumo individual, y no contempla la posibilidad de múltiples usuarios conectados a una misma fuente.
Esto genera inseguridad jurídica, ya que no está claro cómo se debe facturar, cómo se reparten los excedentes, ni qué requisitos deben cumplir los medidores y las conexiones. También hay problemas técnicos vinculados a la red eléctrica, que en algunas zonas no está preparada para gestionar múltiples puntos de inyección y consumo.
Para resolver estos problemas, es fundamental que el Estado nacional avance en una reglamentación que habilite y promueva este tipo de proyectos, tomando como referencia lo que ya están haciendo provincias como Mendoza y Córdoba, o lo que ocurre en otros países como España, Alemania o Uruguay.
El rol del Estado y los gobiernos locales
El impulso al autoconsumo compartido requiere políticas públicas activas, tanto a nivel nacional como provincial y municipal. El Estado puede actuar como facilitador, ofreciendo subsidios, créditos blandos, asesoramiento técnico y un marco legal claro que incentive la inversión y simplifique los trámites.
Los municipios, por su parte, pueden jugar un papel clave cediendo espacios públicos para instalaciones solares comunitarias, promoviendo ordenanzas que beneficien a los proyectos colectivos, y generando campañas de difusión que expliquen los beneficios del modelo.
También es importante que se fomente la articulación entre universidades, cooperativas, ONGs y el sector privado, para generar conocimiento, capacitar a técnicos e instaladores, y multiplicar las experiencias exitosas que sirvan de referencia para otras comunidades.
Mirando al futuro: ¿puede escalar el autoconsumo compartido en Argentina?
Las condiciones para que el autoconsumo compartido crezca en Argentina están dadas: abundancia de sol, cultura de organización comunitaria, necesidad de reducir costos y una creciente conciencia ambiental. Lo que falta es una decisión política firme que permita superar los obstáculos normativos y técnicos, y que acompañe a las comunidades que quieren apostar por este camino.
A medida que se consoliden más experiencias locales, y que se difundan sus resultados, es probable que el modelo gane legitimidad social y comience a escalar. En un país con una matriz eléctrica todavía dependiente de combustibles fósiles, y con un sistema tarifario en transición, generar energía limpia de forma colectiva no es solo una opción lógica, sino también una estrategia necesaria.
Si se avanza en esta dirección, el autoconsumo compartido puede convertirse en una pieza central del nuevo paradigma energético argentino: uno basado en la participación ciudadana, la equidad, la resiliencia y el respeto por el medio ambiente.
Preguntas frecuentes sobre autoconsumo compartido
1. ¿Puedo participar en un proyecto de autoconsumo compartido si vivo en un edificio?
Sí, siempre que exista acuerdo entre los vecinos del consorcio y condiciones técnicas adecuadas. Se puede instalar una planta en la azotea y repartir la energía generada entre las unidades.
2. ¿Qué necesito para iniciar un proyecto de este tipo?
Un grupo de personas interesadas, un lugar para la instalación solar, un acuerdo legal claro, y asesoramiento técnico para el diseño y la conexión. También conviene consultar con la distribuidora local y revisar las normativas provinciales.
3. ¿Es legal el autoconsumo compartido en Argentina?
A nivel nacional todavía no está regulado de forma específica, pero algunas provincias están avanzando con normativas propias. Se espera que en los próximos años se habilite a nivel general.
4. ¿Cómo se reparte la energía entre los usuarios?
Depende del acuerdo entre las partes. Puede ser proporcional al aporte económico, al consumo habitual de cada uno, o de forma equitativa. La medición se hace mediante medidores individuales.
5. ¿Qué beneficios ofrece respecto al autoconsumo individual?
Permite compartir costos, optimizar el uso del espacio, facilitar el acceso a quienes no pueden instalar paneles en su casa, y generar vínculos comunitarios en torno a la energía.